Las personas voluntarias nacen de una misma semilla: pensar que las cosas pueden cambiarse, desnaturalizar la realidad y accionar. El voluntariado surge cuando deja de parecer suficiente la queja por lo que está mal y el reclamo a otros para su solución. Se funda en la empatía con otras realidades y su consecuente necesidad de acción. Es en su génesis desinteresado, intencionado y justificado. Esto quiere decir que, si bien no se persiguen beneficios personales, plantea objetivos y persigue la satisfacción de una necesidad previamente definida como tal, por lo que dista de un entretenimiento o un pasatiempo sin más.